«Aunque las instituciones económicas sean críticas para establecer si un país es pobre o próspero, son la política y las instituciones políticas las que determinan las instituciones económicas que tiene un país.»
Daron Acemoglu es profesor de economía del Instituto Tecnológico de Massachussetts, se ha destacado por sus aportaciones críticas para la comprensión de la economía y el crecimiento de los países, recibiendo varios premios y reconocimientos. Se encuentra dentro de los diez economistas más citados del mundo y en ocasiones se le ha considerado como uno de los favoritos para recibir el Premio Nobel de Economía. Sin embargo, este libro no hubiese sido posible sin la colaboración de James A. Robinson, quien también es un economista y politólogo que actualmente se desempeña como profesor en la Universidad de Chicago que ha participado como coautor en otras publicaciones de temas económicos y políticos. Acemoglu y Robinson ya habían trabajado juntos y publicado en 2006 para la Universidad de Cambridge el libro Orígenes económicos de la dictadura y la democracia. Recientemente, en 2019, volvieron a publicar otro libro llamado El estrecho corredor: Estados, sociedades y el destino de la libertad.
Por qué fracasan los países es la culminación de un trabajo de más de una década. Posee un subtítulo: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Escrito a manera de ensayo es una tesis que da respuesta a la interrogante de su propio nombre y en esa respuesta fue necesario explorar y también documentar los objetivos subyacentes del subtítulo. Es un libro de carácter científico que aborda la economía y la política de los países. Realiza comparaciones históricas, dando énfasis a hitos que fueron puntos de inflexión, y comparaciones entre países, regiones y culturas, refutando teorías y creencias. Pese a la densidad y extensión de libro y la complejidad de los temas, la narración es fluida y accesible. No requiere ser un economista para comprender los argumentos expuestos.
«Quienes se benefician del statu quo son ricos y están bien organizados, y pueden luchar eficientemente contra los grandes problemas que les arrebatarán sus privilegios económicos y su poder político.»
La tesis del libro es que algunos países fracasan por causa de sus instituciones, considerando que estas no se refieren exclusivamente a las de gobierno o públicas, sino que abarca a todas aquellas que tengan una influencia y poder sobre la política y economía de la sociedad. Exponen que existen instituciones extractivas, las que perpetúan la pobreza y llevan a los países a padecer grandes problemas sociales; y también están las instituciones inclusivas que dividen la riqueza entre la sociedad de forma más equitativa y conducen a la libertad, desarrollo y democracia. Esto me recordó a la división que Ayn Rand hizo en la novela La rebelión del Atlas entre saqueadores y no saqueadores. Los saqueadores eran personas, tanto representantes de gobiernos como cierta oligarquía empresarial, que buscaban beneficiarse mediante la enajenación de la producción e ideas de los no saqueadores, quienes eran los que con su trabajo sostenían al país y al mundo. Aunque en la obra de Ayn Rand estas categorías están sobre personas, por analogía puede extrapolarse a instituciones. La diferencia es que la obra de Ayn Rand tiene una base filosófica objetivista, mientras que el libro de Acemoglu y Robinson tiene una argumentación documental y científica, pero siempre llegan al mismo camino: son las instituciones sociales sobre las que descansa el éxito de las naciones.
«Estado de derecho, el principio de que las leyes no deben aplicarse de forma selectiva ni arbitraria y de que nadie está por encima de la ley.»
¿Cómo sabemos si un país tiene instituciones extractivas o inclusivas? Bastará con confirmar que la mayor parte de su población es pobre y su democracia cuestionable. Pero para ser más precisos, sabemos que un país tiene instituciones extractivas cuando el poder político se concentra en pocas manos, responde a ciertos intereses y privilegios sectoriales, no existen garantías de propiedad, de libertad de empresa y tampoco se garantiza los derechos humanos universales. Son países con gobiernos corruptos y cuando van a peor, dictatoriales. Sabemos que un país tiene instituciones inclusivas cuando se fomenta la participación social en la economía, se dan incentivos a la innovación y productividad, se respeta el derecho de propiedad y existe certeza jurídica, teniendo como resultado una población más desarrollada y rica. En las sociedades con instituciones inclusivas la riqueza se distribuye más equitativamente, pero no mediante un proceso confiscatorio o de enajenación, sino en recompensa a las capacidades individuales. Cada persona debería llegar tan lejos en su prosperidad y calidad de vida como sus propias capacidades y talentos se lo permitan.
«Una vez se produce una coyuntura crítica, las pequeñas diferencias que importan son las desigualdades institucionales iniciales que activan respuestas muy distintas.»
El libro analiza la prosperidad y fracaso con un ejemplo introductorio: compara Nogales Sonora y Nogales Arizona, dos ciudades que en realidad debería ser una misma y que por un proceso histórico se vieron separadas con una frontera. Nogales Sonora está en México y Nogales Arizona, en Estados Unidos. Respecto a la ubicación geográfica, prácticamente es la misma, están adyacentes, unos kilómetros al sur o al norte no hacen diferencia ni en clima ni en orografía. En etnia y cultura, son idénticas: hablan español, tienen la misma fe y creencia e incluso los apellidos de las familias en uno y en otro lado son los mismos. Sin embargo, a la ciudad que está en Estados Unidos le va mucho mejor, sus pobladores tienen ingresos más altos y una mayor expectativa de vida ¿Por qué? Podemos tomar también el ejemplo de las Coreas, hasta la mitad del Siglo XX eran una sola nación, Corea. En ese caso fue el Sur, y no el norte, el que prosperó. Ambos comenzaron con igual calidad y cantidad de condiciones, misma etnia y cultura, geografía en tamaño, superficie y extensión muy parecida, la pobreza de su población era generalizada y ambas partes tenían que lidiar con las consecuencias de la guerra. Corea del Norte instauró un sistema comunista en búsqueda de la justicia e igualdad social; Corea del Sur por su parte adoptó un sistema de libre mercado, democracia y certeza jurídica, capitalista como vulgarmente se le conoce. Hoy Corea del Norte es uno de los países más pobres del mundo con uno de los sistemas dictatoriales más duros y crueles, no muy diferente a una monarquía feudalista, su población pasa por hambrunas, vive en extrema pobreza y está incomunicada y aislada del mundo. Corea del Sur por otra parte es uno de los países más prósperos del mundo, líder en tecnología y con una población altamente capacitada e instruida. La expectativa de vida de Corea del Norte es de 71 años; en Corea del Sur, 82. Los surcoreanos son en promedio ocho centímetros más altos que sus vecinos del norte. Una población que era idéntica fue transformada en setenta años mostrando que las políticas económicas tienen otro tipo de consecuencias más funestas.
Volviendo al ejemplo de Estados Unidos y México, los autores también comparan a los dos hombres más ricos de cada uno de estos países: Bill Gates y Carlos Slim, que coincidentemente según la revista Forbes son los hombres más ricos del planeta. Bill Gates hizo su fortuna mediante la innovación tecnológica y entrega de soluciones digitales; Carlos Slim, lo hizo mediante estrategias políticas y la institución de uno de los monopolios más grandes de América Latina. Mientras que el Microsoft de Bill Gates aportó un valor a la sociedad, Slim con sus prácticas monopolistas y la influencia sobre el gobierno mexicano limitaron el ingreso de nuevos participantes y sustrajo valor creando una barrera contra la destrucción creativa. Esto es un mero ejemplo y basta ver los hombres o familias más ricas de cada país para saber si su riqueza la han obtenido de la creación de valor para la sociedad o de su poder e influencia política. Es suficiente con observar los monopolios y confirmar si estos se encuentran protegidos o solapados. No significa que Bill Gates en algún momento no haya deseado crear un monopolio, pero él no está sobre las leyes de los Estados Unidos.
«La lección más importante que se puede aprender es que las instituciones extractivas no pueden generar un cambio tecnológico sostenido por dos razones: la falta de incentivos económicos y la resistencia por parte de las élites.»
Existen varias teorías que explican por qué unos países son ricos y otros pobres: que los países que se encuentran en el trópico de norte son más exitosos que los que están en el ecuador o en el sur, que los países que pertenecieron al imperio británico son los ricos, que los países donde predomina la población blanca son más ricos, que los países con historia o provenientes de antiguas civilizaciones son ricos, que los países con petróleo y otros recursos naturales son ricos, entre otras. Acemoglu y Robinson analizan cada una de estas teorías para refutarlas. Encuentran un común denominador en el determinismo, lo cual es bastante conveniente, pero al mismo tiempo falaz y una creencia peligrosa.
«Se puede trasladar a una persona a una fábrica, pero no se la puede obligar a pensar y a tener buenas ideas amenazándola con la muerte.»
La sentencia citada anteriormente sirve para refutar al comunismo o socialismo como sistema que busca el equilibrio de poder y distribución de riqueza. Es la instauración de un régimen completamente extractivo y divide a la sociedad en el proletariado y los miembros del partido, siendo estos últimos los que concentran el poder y los beneficios de la producción. Yuval Noah Harrari en su libro Sapiens afirma que el comunismo es una religión, un culto, nada tiene que ver con la economía, salvo que es un instrumento para destruirla. Las personas solo pueden creer en el comunismo por fe. Lamentablemente como en toda religión, es común ver extremos de fundamentalismo.
«El temor a la destrucción creativa es la razón principal por la que no hubo un aumento sostenido del nivel de vida entre la revolución neolítica y la revolución industrial. La innovación tecnológica hace que las sociedades humanas sean prósperas, pero también supone la sustitución de lo viejo por lo nuevo, y la destrucción de los privilegios económicos y del poder político de ciertas personas.»
Las instituciones extractivas pueden provenir de cualquier parte y enarbolar cualquier bandera ideológica. No es una división entre izquierda o derecha, libertarios o progresistas, católicos o protestantes. Son grupos que concentran el poder y su único objetivo es conservarlo a cualquier costo. Le economía y la política son inseparables. Una no puede aumentar o disminuir sin la influencia de la otra. Son como el tiempo y el espacio. La elite que tenga el poder tiende a la paranoia y a la aversión al cambio, la defensa del estatus quo y las tradiciones priman sobre la innovación y el desarrollo. La imprenta fue una destrucción creativa y mientras algunos países se abrieron al nuevo invento que hizo más accesible el conocimiento a su población, otros países, la monarquía española, por ejemplo, la prohibió por temor a que una población más culta fuera menos sumisa y se revelara, preferían y defendían el analfabetismo. Llegaron a quemar personas por encontrárseles biblias traducidas a un idioma que no fuera el latín, es más, en muchos casos ni siquiera deberían haber tenido una biblia cualquiera que fuese su característica sino eran parte de la iglesia o la nobleza.
Los inventores son los detonantes de la destrucción creativa. Hoy todos quisieran inventar algo o desarrollar una aplicación, lo que sea para mejorar un proceso o un producto. En la antigüedad los inventores no la tenían demasiado fácil. Llegar con una idea o un producto ante un rey o emperador podría costarles la vida. Muchos inventores la perdieron porque los gobernantes de turno se vieron tan maravillados como amenazados por el invento. Maravillados porque podía mejorar la vida de muchos de sus súbditos, amenazados porque si estos tenían tiempo libre podrían maquinar una conspiración. Preferían cortar por lo sano ejecutando al de las ideas. No había ningún incentivo para los inventores.
«Salvo contadas excepciones, los países ricos actuales son aquellos que se embarcaron en el proceso de industrialización y cambio tecnológico que empezó en el siglo XIX, y los pobres, los que no lo hicieron.»
La industrialización fue un proceso de destrucción creativa que comenzó en Inglaterra y se convirtió en un hito en la historia. La mayoría de los países que adoptaron ese proceso de aceleración económica son los que hoy se perfilan como países ricos. No todos lo hicieron al mismo tiempo y tampoco obtuvieron los mismos resultados. La industrialización en sí misma tampoco es una causa. Era necesario que el país ya contara con las condiciones para que pudiera surgir. Pero ¿cuál fue el punto de inflexión? En un momento no muy lejano en la historia, de apenas unos cuantos siglos, todos los países del mundo estaban dominados por instituciones extractivas. Es cierto que había algunos reinos o imperios más fuertes que otros, más ricos, pero esto era por una economía de expansión bélica y de conquista, donde se extraían las riquezas de las colonias, de sus súbditos o de sus feudos. Todo el poder y los recursos estaban concentrados en pocas personas, llámese reyes, señores, sacerdotes, ancianos. Hubo muchos acontecimientos que, no obstante a los obstáculos, provocaron el desarrollo de la sociedad, haciéndola más culta, al menos para unos cuantos que fueron consciente de la disparidad y desequilibrio. Siempre hubo levantamientos y el derrocamiento de una élite por otra. Esas guerras únicamente transferían el poder absoluto, no lo compartían. Esta ocasión era diferente, había pluralidad y muchos sectores e intereses representados. Fue en Inglaterra, en 1688, cuando se derrocó a Jacobo II dando lugar a un evento conocido como La Revolución Gloriosa. Pueda que en retrospectiva no parezca perfecta y que muchos privilegios aún se mantenían, pero sentó las bases para que la monarquía nunca más tuviera el poder absoluto y además dio lugar al documento más importante de la historia de la humanidad, la Declaración de Derechos, manuscrito que posteriormente inspiraría el Acta de Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano de la Revolución Francesa y ya en el Siglo XX la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
«La Revolución gloriosa no fue el derrocamiento de una élite por parte de otra, sino una revolución por parte de una amplia coalición formada por gentry, comerciantes y fabricantes y grupos de whigs y tories. La aparición de instituciones políticas plurales fue consecuencia de esta revolución, y el Estado de derecho también fue un producto derivado de este proceso.»
Obviamente no todas las revoluciones en apariencia gloriosas conducen al mismo camino. En Rusia sucedió diferente.
«Lo que ocurrió en la Revolución rusa, donde los deseos de muchos de un sistema más igualitario que el del Imperio ruso condujeron a una dictadura de un partido que fue mucho más violenta, sanguinaria y viciosa que aquella a la que había sustituido.»
Por qué fracasan los países está compuesto por quince capítulos que, aunque marquen una secuencia, son autosuficientes en su contenido y pueden ser leídos de forma independiente. Para evitar el determinismo que tanto se ataca en la obra, los últimos dos capítulos proponen soluciones viables para los países que actualmente son pobres. Obviamente estas soluciones no son de corto plazo y definen caminos de sociedad y tampoco son fáciles porque implicaría que las élites que actualmente ostentan el poder lo cedieran a favor de una pluralidad e históricamente sabemos que su reacción no es pacífica; pero la decisión no debe ser de unos pocos sino de una mayoría representativa.
«El pluralismo, el fundamento de las instituciones políticas inclusivas, implica que el poder político esté ampliamente repartido en la sociedad.»
Sin dudarlo, la obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson explica por qué fracasan los países y no deja lugar a conjeturas ni suposiciones. Y a manera de colofón, comparto algunas conclusiones que fui apreciando durante la lectura:
«Circulo vicioso: los que tienen el poder político y económico estructuran las instituciones para garantizar la continuidad de su poder.»«El círculo vicioso se basa en instituciones políticas extractivas y crea instituciones económicas extractivas, lo que a su vez apoya a las instituciones políticas extractivas, porque la riqueza económica y el poder compran poder político.»«Los países fracasan desde el punto de vista económico debido a las instituciones extractivas. Estas mantienen en la pobreza a los países pobres y les impiden emprender el camino hacia el crecimiento económico.»«La base de estas instituciones es una élite que diseña instituciones económicas para enriquecerse y perpetuar su poder a costa de la vasta mayoría de las personas de la sociedad.»«La razón por la que persisten estas instituciones, y las implicaciones de estas instituciones en términos de empobrecimiento de sus ciudadanos son similares, aunque su intensidad difiera.»«La historia siempre se desarrolla de manera circunstancial.»«El enfoque basado en el determinismo histórico (basado en geografía, cultura o incluso en otros factores históricos) es inadecuado.»«El primer ministro de Ghana, Kofi Busia, a principios de los setenta, subrayó el hecho de que el obstáculo principal para la adopción de políticas que redujeran el fracaso de los mercados y que fomentaran el crecimiento económico no es la ignorancia de los políticos, sino los incentivos y las limitaciones a los que se enfrentan las instituciones políticas y económicas de sus sociedades.»
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