«Granos en la piel, acné, eccemas, vientre hinchado, estreñimiento e intestino irritable y retención de líquidos fueron los siguientes agregados a la lista. Cuando parecía que una cosa se había ido, aparecían otras. Y sí, ahora entiendo el porqué. No es que las alergias se vayan, sino que el sistema inmunológico va rotando, va cambiando a lo largo de la vida. El sistema inmunológico y su respuesta inflamatoria son migratorios. Y las hormonas de mi pubertad también tenían que ver con estos cambios.»
Gabriela Pocoví Gerardino es una destacada doctora en Medicina y Salud Pública, nacida en Venezuela. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Granada y se graduó en Nutrición y Dietética en la Universidad Central de Venezuela. Especialista en inmunonutrición y salud holística, completó un Máster en Inmunología Celular y Molecular, además de diversos cursos en salud integrativa y coaching. Su libro Atención con la inflamación, publicado en 2023, explora la relación entre la inflamación crónica y diversas enfermedades, ofreciendo soluciones dietéticas y de estilo de vida. Con más de una década de experiencia, es una influyente divulgadora en redes sociales, compartiendo su conocimiento con miles de seguidores, principalmente a través de su cuenta en Instagram.
En las ciudades, tanto grandes como pequeñas, la calidad nutricional de las dietas urbanas suele ser deficiente, contribuyendo a diversos problemas de salud. La dieta típica se ha desplazado hacia el consumo de alimentos procesados, ricos en grasas saturadas, azúcares añadidos y bajos en fibra, lo que se asocia con enfermedades crónicas. En Estados Unidos, más de un tercio de los adultos y el 17% de los niños son obesos, un factor de riesgo significativo para diabetes tipo 2, hipertensión y ciertos tipos de cáncer. Países como los nuestros, enfrentan tasas alarmantes de obesidad, agravando los problemas de salud pública, por ejemplo, México es el segundo país en el mundo con la mayor tasa de obesidad mórbida. La abundancia de comida no se traduce en una mejor nutrición; la accesibilidad a alimentos procesados y menos nutritivos está correlacionada con el aumento de enfermedades crónicas. La nutrición deficiente, el exceso de calorías y el sedentarismo son los pilares de un ciclo de mala salud difícil de romper.
Se ha confirmado que la mayoría de los problemas asociados con el síndrome de colon irritable, rosácea, fatiga, gastritis, dolores crónicos, entre otros, están relacionados tanto con una mala alimentación como con un estilo de vida sedentario. La inflamación es una reacción inmunológica del cuerpo que indica que algo no está bien y debe ser tomada en cuenta seriamente. Esta respuesta puede ser provocada por la ingestión constante de alimentos inflamatorios, como los procesados y altos en azúcares, llevando a un abdomen distendido, frecuentemente confundido con obesidad, cuando en realidad es una señal de problemas digestivos subyacentes como el síndrome de colon irritable. La inflamación crónica es una condición en la que el sistema inmunológico del cuerpo se activa constantemente, lo que puede causar daño a los tejidos y órganos. En el caso del síndrome de colon irritable, la inflamación del tracto gastrointestinal puede resultar en síntomas como dolor abdominal, diarrea, estreñimiento y distensión abdominal. De manera similar, la rosácea, una enfermedad inflamatoria de la piel, puede ser exacerbada por una dieta inadecuada y el estrés, lo que agrava la inflamación cutánea. La fatiga crónica, otro problema relacionado, puede ser el resultado de una respuesta inflamatoria persistente que afecta el sistema nervioso central. La gastritis también puede ser provocada por malos hábitos alimenticios, incluyendo el consumo excesivo de alcohol y alimentos irritantes. Los dolores crónicos, como los musculares y articulares, pueden ser el resultado de una inflamación sistémica que afecta diversas partes del cuerpo. No abordar estas señales puede tener graves consecuencias a largo plazo, incluyendo un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer. La inflamación no controlada y los problemas digestivos no solo afectan el bienestar físico, sino también el mental y cuando nuestra mente está afectada, simplemente comemos peor y entramos en un círculo vicioso.
Se ha demostrado que una mala dieta también asociada con una serie de trastornos mentales, como la depresión y la ansiedad. La inflamación crónica puede afectar negativamente el cerebro, alterando la neuroplasticidad y la función de neurotransmisores como la serotonina, lo que contribuye a síntomas depresivos y ansiosos. El sedentarismo también juega un papel crucial en esta relación, ya que la falta de actividad física puede aumentar los niveles de inflamación en el cuerpo. Además, el consumo excesivo de alcohol y tabaco agravan estos problemas. El hígado, encargado de metabolizar estas sustancias, se ve sobrecargado, lo que puede llevar a su inflamación y a una disminución de su capacidad para detoxificar el cuerpo. Las toxinas acumuladas terminan alterando la función cerebral. Es una máxima, no pensamos ni sentimos lo mismo cuando estamos enfermos. La inflamación crónica puede resultar en una activación persistente del sistema inmunológico, que libera citoquinas inflamatorias. Estas moléculas pueden cruzar la barrera hematoencefálica y afectar directamente al cerebro, contribuyendo a trastornos del estado de ánimo y cognitivos. Ignorar estas señales inflamatorias y no abordar los hábitos de vida poco saludables puede tener consecuencias a largo plazo, aumentando el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, Parkinson y esclerosis múltiple.
Hace unos años leí El mono obeso de José Enrique Campillo, libro de divulgación científica en el que el autor explora la evolución humana a través del prisma de la nutrición, argumentando que muchos problemas de salud modernos están arraigados en la desalineación entre nuestros hábitos actuales y la dieta para la cual estamos biológicamente adaptados. Campillo sostiene que el ser humano evolucionó en un entorno donde la alimentación y la actividad física eran muy diferentes a las de hoy. Nuestros ancestros cazadores-recolectores consumían una dieta rica en fibras, proteínas magras y grasas no saturadas, mientras que la actividad física era una necesidad diaria para la supervivencia. A lo largo de la evolución, el cuerpo humano desarrolló mecanismos para almacenar energía de manera eficiente debido a los periodos de escasez de alimentos. Sin embargo, en la actualidad, vivimos en un entorno de abundancia calórica, con fácil acceso a alimentos altamente procesados y ricos en azúcares y grasas saturadas, lo que provoca todos los problemas de salud que ya hemos mencionado. La inflamación crónica, causada por una dieta inadecuada y un estilo de vida sedentario, es un mecanismo de defensa que se ha vuelto contraproducente en nuestro entorno moderno, afectando tanto la salud física como mental. Campillo subraya que, para mejorar nuestra salud, es esencial volver a hábitos más alineados con nuestra evolución, adoptando una dieta similar a la de nuestros ancestros y aumentando la actividad física.
En las últimas décadas, los alimentos que antes considerábamos sanos han perdido parte de sus beneficios nutricionales debido a la sobreexplotación de los suelos y el uso intensivo de productos sintéticos que literalmente son venenos. La agricultura moderna ha recurrido a fertilizantes químicos, pesticidas y prácticas de monocultivo que degradan la calidad del suelo, reduciendo su capacidad para producir alimentos ricos en nutrientes. Esta degradación afecta la bioquímica de los cultivos, haciendo que el trigo que comían los antiguos egipcios, por ejemplo, sea significativamente diferente al trigo moderno, con menos valor nutritivo. Como resultado, hoy en día hay proporcionalmente muchas más personas intolerantes al gluten o completamente celíacas que en cualquier otro momento de la historia. El uso excesivo de fertilizantes químicos y pesticidas no solo degrada el suelo, sino que también introduce residuos tóxicos en la cadena alimentaria, lo que puede tener efectos negativos en la salud humana, incluyendo problemas neurológicos y cáncer. Este cambio en la calidad de los alimentos está relacionado con un aumento en las alergias e intolerancias alimentarias, como las alergias al maní, mariscos, lácteos y cerdo. Aunque los alimentos orgánicos son una alternativa más saludable, su alto costo y la limitada disponibilidad hacen difícil que sean una solución viable a largo plazo para la mayoría de la población. Los cultivos orgánicos suelen tener una mayor concentración de nutrientes y menos residuos de pesticidas, pero la producción a gran escala y accesibilidad de estos productos sigue siendo un desafío insuperable.
Por otra parte, la alimentación animal en sistemas de producción intensiva incluye antibióticos y hormonas que pueden afectar la calidad de la carne y tener repercusiones en la salud de los consumidores. El abuso de antibióticos en la cría de pollos, ganado y cerdos ha contribuido a la aparición de super bacterias, resistentes a los tratamientos médicos, lo que actualmente representa un grave problema de salud pública. La sobreexplotación de los océanos y la contaminación también han afectado la calidad de los productos marinos. El salmón, que alguna vez fue considerado un alimento muy saludable rico en omega tres, ahora puede contener altos niveles de mercurio y otras toxinas debido a la contaminación marina.
Atención con la inflamación se conecta, trata estrechamente con los temas que hemos abordados a lo largo de estos párrafos. El libro examina cómo la inflamación crónica, causada por una dieta inadecuada y un estilo de vida sedentario, contribuye a diversas enfermedades. Pocoví destaca la importancia de cuidar la microbiota intestinal y seguir una dieta antiinflamatoria para evitar en el corto plazo problemas de salud como el síndrome de colon irritable, alergias e intolerancias alimentarias, y en el largo plazo, enfermedades crónicas como la diabetes, hipertensión o el cáncer.
El libro de Pocoví también enfatiza la necesidad de adoptar hábitos alimenticios más saludables y sostenibles, además expone desde su propia experiencia, describe situaciones por las que ha pasado, cosas que le funcionaron y otras que no, haciendo de su libro algo mucho más personal que un libro de libro de divulgación o de consejos. Francamente considero que es una publicación que proporciona soluciones prácticas y basadas en evidencia científica para combatir la inflamación, ofreciendo una guía accesible y amigable para mejorar el bienestar general. La perspectiva de Pocoví subraya la conexión entre la dieta, la salud física y mental, y la necesidad de abordar los problemas de inflamación crónica para mejorar tanto nuestra calidad de vida, como la propia expectativa.
«La dosis hace el veneno.»
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