lunes, 26 de agosto de 2024

NOSOTROS de Manuel Vilas

«Y esa dificultad que tenía a la hora de recordar los años vividos junto a su Marce. Esa acre dificultad. Demasiado grande era esa dificultad para ser simplemente una dificultad y no una negación misma de la memoria. Una negación de la memoria que era una afirmación de una fantasía. Una fantasía que era una excrecencia de la aterradora soledad en que vivía.»

Manuel Vilas es un destacado escritor y poeta español. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, ha ejercido como profesor de Literatura. Su carrera literaria se inició en la poesía, con obras tempranas como El rumor de las llamas, publicada en 1990 o Las arenas de Libia en 1995, y ha sido reconocida con premios como el de las Letras Aragonesas en 2015. Su transición a la narrativa fue igualmente exitosa, destacando su novela Ordesa publicada en 2018, que fue un fenómeno literario por su profunda reflexión sobre la memoria y la familia, ganando múltiples premios y reconocimientos internacionales. En 2019, Vilas fue finalista del Premio Planeta con su novela Alegría, reafirmándose como una de las voces más influyentes de la literatura contemporánea española.

El Premio Nadal es uno de los galardones literarios más prestigiosos y el más antiguo de España, otorgado anualmente desde su institución en 1944 por la editorial Destino. Concebido como un reconocimiento a la mejor novela inédita, este premio nació con el propósito de promover la literatura y descubrir nuevos talentos en el panorama literario español. Además de una significativa dotación económica de treinta mil euros, el galardón incluye la publicación de la obra ganadora por la editorial. El jurado, compuesto por destacadas figuras de la literatura, la crítica y la edición, ha concedido este premio a autores de la talla de Carmen Laforet, quien ganó la primera edición en 1944 con Nada, Miguel Delibes en 1947 con La sombra del ciprés es alargada y Ana María Matute en 1959 con Primera memoria. En 2023, el Premio Nadal fue otorgado a Manuel Vilas por su novela Nosotros. Aunque Vilas no es un nuevo talento, la decisión del jurado es acertada, ya que es el autor quien enriquece al galardón más que el galardón al autor. No obstante, antes de abordar la reseña de Nosotros, he aquí la sinopsis:

«Irene cree haber vivido el matrimonio más perfecto del mundo. Años de absoluta entrega y pasión entre dos seres humanos, así evoca ella su amor con Marcelo, su difunto marido. Tenían una conexión que maravillaba y extrañaba a su círculo más cercano: era una pareja que vivía el uno para el otro, como si cada día fuera el primero. Esta relación, la mayor de las historias de amor, los mantuvo aislados de su entorno, en los márgenes de la realidad común. Con la pérdida de Marcelo, el mundo de Irene se rompe, pero ella descubre una insólita forma de seguir viviendo junto a él para salir adelante.»

Manuel Vilas es, antes que nada, poeta, y esta condición es profundamente significativa en su narrativa. La manera en que teje oraciones y párrafos añade una capa extra a la experiencia de lectura, una que está matizada por la estética de su prosa. En sus textos, las palabras no solo narran, sino que se convierten en un protagonista más, con su propio peso y presencia. Descubrí a Vilas a través de Ordesa, y no exagero al decir que se convirtió en uno de mis libros favoritos. Es un texto que, sin importar la página que se abra, siempre ofrece un fragmento bellamente construido. Es evidente que Ordesa es la obra cumbre de Vilas, y sería injusto comparar sus demás libros, anteriores o posteriores, con esta obra. La fórmula de Ordesa es inimitable, incluso para su propio autor, y para quienes intenten seguir su estela. Por eso, me alegra profundamente que Nosotros sea una historia diferente, donde Vilas conserva su esencia: ese tono melancólico que impregna cada página, ese interminable ocaso que oscila entre la tristeza y la alegría, entre la pérdida y la memoria.

Nosotros es, en esencia, una novela que explora la soledad y el duelo más que el amor. Manuel Vilas nos sumerge en la mente de Irene, un personaje que navega entre la realidad y la fantasía, entre el erotismo y el recuerdo, en una búsqueda desesperada de revivir los momentos con cada detalle que su mente alberga. La trama se convierte en un pretexto para explorar cómo la mente humana, en su afán por escapar del dolor, puede renunciar a la realidad y construir un universo propio, una realidad alternativa que, aunque no necesariamente trae felicidad, sí ofrece un refugio en la melancolía, un estado en el que algunos se sienten extrañamente cómodos. Esta novela no es para todos. Vilas ya había incursionado en la psicología femenina y en los dilemas de la soledad y los amantes en hoteles en uno de los relatos de Setecientos millones de rinocerontes, y en Nosotros retoma estos temas con mayor profundidad, extensión y complejidad. La historia que nos cuenta aquí no es lo que más importa. En Alegría aprendí que Vilas se lee más por su prosa, por esos destellos inesperados de frases que se graban en la memoria, que por la trama misma. Empatizar con Irene es un desafío; es fácil y difícil a la vez, y esta ambigüedad es precisamente lo que da fuerza a la novela, o quizá debilidad, dependerá del prisma que usemos. La realidad que Vilas nos presenta es subjetiva, moldeada por la percepción y los filtros de la mente, y por eso, lo que para unos puede ser la verdad, para otros es solo una interpretación. Esta novela, con todas sus contradicciones y complejidades, refleja la manera en que la mente humana puede distorsionar la realidad para sobrevivir, y en ese sentido, Nosotros es tanto un viaje interior como una historia sobre la lucha contra el vacío.

Uno de los problemas más evidentes en Nosotros radica en la reiteración extenuante de episodios que, con el paso de las páginas, erosionan la paciencia del lector. Se pierde el rastro de los amantes de Irene, como si de un juego intrascendente se tratara, y la indiferencia respecto al género de estos sólo subraya el carácter cíclico, casi obsesivo, de una narrativa que se queda atrapada en su propio bucle. Este recurso, que en principio podría haber aportado profundidad, termina por reducir la carga emocional del relato, con introspecciones que, al reiterarse, se deslizan hacia lo predecible, hacia lugares comunes que degradan la exaltación del sentimiento en un sentimentalismo que, sin alcanzar lo patético, se aproxima peligrosamente a él. Y, sin embargo, Vilas, como quien encuentra una chispa en medio de la penumbra, introduce un giro en el último tramo de la novela que, por un breve instante, la eleva hacia una reflexión existencial que, en mi opinión, debería haber sido la columna vertebral del relato desde el inicio. No estoy seguro si esta dimensión estuvo siempre presente y yo, como lector, no supe verla, o si el autor, en su afán por envolver la historia en una bruma de indefinición, no fue lo suficientemente claro; probablemente sea una mezcla de ambas cosas. 

Nosotros no es una novela perfecta, al menos no en lo que respecta a la historia. A veces me pregunto si Irene habría sido un personaje más convincente si hubiera sido un hombre. No es la primera vez que encuentro que cuando un autor masculino intenta encarnar una voz femenina desde una perspectiva tan íntima y personal, algo se pierde, algo se disloca, y las acciones y pensamientos se ven invadidos por una extraña incongruencia, una inquietante falta de coherencia. Y lo mismo sucede a la inversa, cuando una autora hace lo propio con un personaje masculino en una narrativa introspectiva. Las mentes funcionan de manera diferente, y tal vez el trayecto de Irene habría sido más creíble, más sólido, si el personaje hubiera sido un hombre. Pero, al final, tal vez estas reflexiones sean simples detalles, menudencias. No existe la novela perfecta, y a veces son precisamente estas imperfecciones las que hacen que ciertas obras se queden grabadas en la memoria, en su ficción más reales, en sus fallos más humanas, en lo efímero más duraderas.

Desde un punto de vista técnico, Nosotros se construye sobre una estructura fragmentada que alterna entre la reflexión introspectiva y la acción, aunque esta última sirve principalmente como pretexto para nuevas inmersiones en la conciencia de Irene. Vilas emplea una narración en tercera persona que acentúa la subjetividad y limita la perspectiva del lector. La prosa, cargada de lirismo, busca intensificar la carga emocional. El manejo del tiempo es híbrido, moviéndose entre el presente y los recuerdos. En conjunto, la novela explora recursos interesantes y en efecto, se agana con mérito de ser una lectura recomendada.

Para finalizar, algunas líneas que rescaté y que vale la pena volver a leer:

«El amor vuelve invisible la fealdad y la maldad del mundo.»

«Amamos de los nuestros aquello que somos nosotros.»

«Hay seres humanos que en el silencio construyen la mayor condenación moral de la vida.»

«Nada se vive dos veces.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario