«Ni una sola vez en todos los años de conflictos y silencio había deseado Ferguson tal cosa ni imaginado que pudiera ocurrir. Su padre, que no fumaba ni bebía, siempre en forma y atlético, iba a vivir hasta muy avanzada edad y de una u otra forma, en algún momento de los decenios que habían de venir, Ferguson y él habrían encontrado el modo de purgar el rencor que había surgido entre los dos, pero tal suposición se basaba en la certeza de que aún tenían muchos años por delante, y de pronto ya no había más años, ni un solo día, ni una sola hora ni una fracción de segundo más.»
Paul Auster fue un renombrado escritor y cineasta estadounidense. Graduado en Literatura Inglesa y Comparada por la Universidad de Columbia, desarrolló una prolífica carrera literaria que abarcó tanto la ficción como el ensayo y la poesía. Su incursión en la narrativa comenzó con la célebre Trilogía de Nueva York, compuesta por La ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada, obras que lo consagraron como una de las figuras más destacadas de la literatura posmoderna. Auster, conocido por sus complejas tramas y su habilidad para explorar temas como el azar, la identidad y la soledad, recibió numerosos galardones, incluido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006.
El año en que escribo esta reseña, Auster falleció. Tenía 77 años. Luchó contra el cáncer de pulmón desde septiembre de 2022, y todavía pudo ver la publicación de su última novela Baumgartner y de su ensayo Un país bañado en sangre. Con su muerte, se cierra una era en la narrativa estadounidense, y aunque aún es temprano para comparar su legado con el de figuras como Steinbeck, Faulkner o Hemingway, su obra ya se encuentra entre las más influyentes de las últimas décadas. El Nobel de Literatura hubiera sido un reconocimiento merecido, pero su tiempo se extinguió antes de que ese honor llegara.
En 2017, Auster fue finalista del Man Booker Prize precisamente con 4 3 2 1, una novela monumental que explora la vida de un solo personaje a través de cuatro realidades paralelas. Aunque la novela fue ampliamente elogiada por su complejidad estructural y la profundidad de su enfoque sobre la experiencia humana, el premio fue finalmente otorgado a Lincoln en el Bardo de George Saunders, una decisión no exenta de controversia. Lincoln en el Bardo se reconoce por su formato innovador y su tratamiento único del duelo y la historia, narrada a través de un coro de voces que exploran la tragedia personal de Abraham Lincoln y la pérdida de su hijo. A pesar de su originalidad, algunos críticos —y me incluyo entre ellos— consideran que la obra de Saunders es más una pieza técnica brillante que una narrativa con la profundidad emocional y la resonancia esperadas en un ganador del Booker. En contraste, 4 3 2 1 de Auster, con su exploración meticulosa y expansiva de la historia estadounidense, ha sido vista por muchos como una digna heredera de la tradición de la «Gran Novela Americana», comparable en ambición y alcance a obras como Al Este del Edén de John Steinbeck o El arcoíris de la gravedad de Thomas Pynchon. La novela de Auster fue elogiada por su maestría narrativa y su capacidad para entrelazar historias de manera intrincada, lo que llevó a muchos a considerar que él merecía el premio por encima de Saunders, y que 4 3 2 1 representaba el pináculo de su carrera literaria. Pero antes de continuar con la reseña, he aquí la sinopsis:
«El único hecho inmutable en la vida de Ferguson es que nació el 3 de marzo de 1947 en Newark, Nueva Jersey. A partir de ese momento, varios caminos se abren ante él y le llevarán a vivir cuatro vidas completamente distintas, a crecer y a explorar de formas diferentes el amor, la amistad, la familia, el arte, la política e incluso la muerte, con algunos de los acontecimientos que han marcado la segunda mitad del siglo XX americano como telón de fondo.»
Según Auster, comenzó a trabajar en 4 3 2 1 con la intención de explorar las múltiples posibilidades de una vida, un tema que siempre le ha fascinado. La novela, que le tomó más de siete años completar, sigue a Archie Ferguson, un joven judío nacido en 1947, el mismo año que el propio Auster, lo que establece un contexto histórico y social compartido. No obstante, Auster ha subrayado que Ferguson no es un alter ego, sino un personaje cuyas vidas divergen significativamente de las suyas. El proceso de escritura fue exhaustivo y lo llevó a cabo de manera manuscrita durante tres años y medio, un método que, en pleno siglo XXI es completamente anacrónico, pero le permitió conectar profundamente con el ritmo y la textura del texto. Inspirado por la idea de cómo pequeños cambios pueden generar vidas radicalmente distintas, Auster se propuso mantener la coherencia entre las diferentes vidas de Ferguson, asegurándose de que, a pesar de las variaciones, la esencia del personaje se mantuviera intacta. Aunque la novela contiene elementos autobiográficos en términos de contexto, Auster enfatiza que el verdadero poder de la ficción radica en su capacidad para trascender la realidad personal del autor y abrir nuevas posibilidades narrativas.
En 4 3 2 1 emplea una estructura narrativa compleja que sigue cuatro versiones distintas de la vida de Archie Ferguson, manteniendo un narrador omnisciente que ofrece una visión objetiva y crítica de los eventos. El estilo es detallado, con largas oraciones y párrafos que exploran el contexto histórico y social de cada línea argumental, permitiendo al lector sumergirse en las diferentes realidades de Ferguson. Las transiciones entre las vidas se manejan de manera sutil, preservando la coherencia en la personalidad del protagonista, aunque esta se vea influida por las circunstancias que enfrenta y pongan a prueba su identidad. La estructura cuatripartita no solo es un experimento formal, sino que también refleja la obsesión de Auster con el azar y su exploración filosófica de la identidad y el destino a través de una técnica narrativa meticulosamente construida.
Particularmente puedo afirmar que 4 3 2 1 engancha desde el inicio, cuando el abuelo del protagonista, Isaak Reznikoff, llega a Nueva York en 1900 y cambia su apellido por uno más americano. La novela, aunque ofrece una gran cantidad de nombres y acontecimientos, resulta accesible en sus primeras etapas. Sin embargo, a medida que avanza la infancia de Ferguson y la narración se divide en cuatro versiones de su vida, la lectura se vuelve más exigente. Si uno no está al tanto de esta estructura, puede resultar fácil confundirse y tener que regresar al capítulo anterior. Cada historia paralela modifica las relaciones familiares, los vínculos y los eventos, lo que obliga al lector a tomar notas para no perderse entre los múltiples nombres y situaciones. Cada vez que comenzaba un nuevo capítulo, me veía en la necesidad de revisar a cuál versión de la vida de Ferguson pertenecía y repasar los acontecimientos previos. A pesar de esta complejidad, no considero 4 3 2 1 una de las novelas más difíciles que he leído, ya que la narración, aunque fragmentada, es cronológica y lineal. Auster no juega con la realidad como en La trilogía de Nueva York; aquí, el diferencial radica en que son cuatro historias de formación de un mismo personaje, donde circunstancias, a menudo azarosas y fuera de su control, lo llevan a tomar decisiones que pueden parecer triviales pero que terminan siendo cruciales, mientras que otras decisiones importantes no conducen a nada relevante.
Cuando uno tiene entre las manos una novela tan vasta como 4 3 2 1, que poco le faltó para alcanzar las 1000 páginas, es fácil sentirse abrumado, pues abordarla significa pasar muchas horas con el autor, leyendo lo que a él le tomó años escribir. Es paradójico pensar que algo que requirió tanto tiempo de creación, un lector lo puede consumir en un par de semanas si lo lee con calma, o en unos días si se sumerge por completo en la lectura. En efecto, una novela tan monumental puede parecer, al principio, un desafío similar a escalar el Everest. Sin embargo, al llegar al último tercio, ocurre algo «trascendental» —una palabra que se queda corta para describirlo—: ya no queremos que la historia termine. Empatizamos profundamente con Ferguson, nos encariñamos con él y lo vemos no solo como un personaje, sino como alguien real, cuyas experiencias, aunque ficticias, generan emociones auténticas. Al principio, el título 4 3 2 1 puede parecer un enigma, pero a medida que avanzamos, comprendemos su significado: cuatro historias que se reducen a tres, luego a dos y finalmente a una, cerrando de una forma tan impresionante que todas las demás narrativas paralelas convergen; si antes ya tenían sentido, ahora se agudiza y resuena. Aunque no suelo considerar que exista una novela perfecta, esa regla tiene algunas excepciones, y me enfrento a un dilema con 4 3 2 1 porque no fui capaz de detectar ninguna debilidad en ella, nada. Quizá me gustó tanto como para notarlo, no lo se y francamente, no me importa.
Auster, a lo largo de cientos de páginas, logra mantener la esencia de su estilo indemne, evocando una melancolía particular, con un protagonista que linda con la soledad y una constante reflexión sobre el azar y las decisiones que, grandes o pequeñas, moldean el destino. 4 3 2 1 no solo cuenta cuatro historias extraordinarias, sino que también nos deja deseando más novelas como esta, y más autores como Auster, que retan al lector y cierran sus narrativas de manera tan magistral que difícilmente se puede mejorar.
4 3 2 1 se conecta con los temas recurrentes en la obra de Paul Auster, funcionando como una síntesis de sus preocupaciones literarias. Auster explora, como en muchas de sus novelas, el azar, la identidad, la soledad y el impacto de decisiones aparentemente triviales. El azar, presente en títulos como La trilogía de Nueva York, El libro de las ilusiones o por antonomasia, La música del azar, se convierte en el eje de 4 3 2 1, donde las cuatro versiones de la vida de Ferguson muestran cómo pequeñas variaciones pueden transformar el destino. La identidad, que en Auster siempre está en cuestión, se despliega aquí en múltiples direcciones, desafiando la noción de un yo único. La soledad, una constante en su obra, acompaña a Ferguson en todas sus versiones, reflejando la introspección y el aislamiento que caracterizan a muchos personajes austerianos. Así, 4 3 2 1 no solo retoma los temas centrales de Auster, sino que también expande los límites de su arte literario, integrando nuevas formas narrativas mientras mantiene los principios que han definido su carrera.
Toda la obra de Paul Auster es consistente consigo misma, tanto en los temas centrales como en el estilo narrativo y se une a un grupo selecto de autores que han logrado mantener una consistencia similar a lo largo de su carrera. Javier Marías, por ejemplo, es inconfundible por su estilo reflexivo y la exploración del tiempo, la memoria y la identidad, mientras yendo más al pasado Fiódor Dostoyevski se destaca por su constante indagación en los dilemas morales y existenciales, así como en la naturaleza del bien y el mal en el alma humana. William Faulkner, con su obsesión por el tiempo y la decadencia del Sur estadounidense, también se alinea con este enfoque, construyendo un universo literario tan coherente que sus temas y estilos se convierten en su firma inconfundible. Auster, al igual que estos autores, ha creado una obra donde la fidelidad a sus temas y su estilo ha definido y distinguido su carrera literaria.
Para un lector que busque una novela que combine profundidad filosófica con una estructura narrativa innovadora, 4 3 2 1 de Paul Auster es una recomendación indispensable. Aunque, francamente, no sé si necesito justificarlo: siendo una novela de Auster, es recomendable por sí misma. Es cierto que es una obra tardía en su carrera, pero en el futuro, cuando se debata sobre sus mejores trabajos, es posible que La trilogía de Nueva York mantenga su lugar en la cima, aunque dudo que 4 3 2 1 quede muy atrás.
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