«Sale de la casa al enorme campo iluminado por la luz de la luna. Su paseo la lleva hasta las porquerizas. Quiere convencerse de que un día amará este lugar, lo considerará su casa. Se pasea por el pasillo frente a las jaulas donde duermen los cerdos. De repente un ruido la sobresalta. Un animal parece haberse lanzado con la puerta de la jaula, que ha resonado metálica. Ella se asoma para mirar y, en las sombras de la noche, le parece ver que lo que hay dentro de esa jaula no son cerdos, son dos hombres desnudos y encadenados.»
Carmen Mola es el seudónimo de los autores españoles Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, quienes unieron fuerzas para revolucionar el género de la novela negra española. Con antecedentes en la televisión, cada uno ha aportado una perspectiva única: Jorge Díaz, autor de la novela histórica Cartas a Palacio publicada en 2014; Agustín Martínez, conocido por el thriller psicológico Monteperdido de 2015; y Antonio Mercero, con la novela negra El final del hombre de 2017. Juntos debutaron con La novia gitana en 2018, inaugurando la saga de la detective Elena Blanco, que a la fecha suma cuatro entregas publicadas y en edición se encuentra una quinta. En 2021, recibieron el Premio Planeta por La bestia, revelando sus identidades y sorprendiendo al público. Esta colaboración ha demostrado su habilidad para combinar misterio con un estilo fresco y cautivador.
Las sagas y series literarias presentan diferencias sustanciales, especialmente en la estructura y continuidad de sus narrativas. Una saga literaria, como Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin, abarca varios volúmenes donde cada uno profundiza en la historia y los personajes, consecuencia de los eventos narrados previamente, lo que hace difícil leer los libros de manera independiente. Otras sagas notables incluyen La rueda del tiempo de Robert Jordan y La trilogía The Century de Ken Follett, que abarca la Primera y Segunda Guerra Mundial y los eventos que las rodean. En una saga, el autor suele planificar desde el inicio una vasta historia, dosificando la información y el arco de los personajes a lo largo de miles de páginas. Por contraste, una serie literaria suele centrarse en un personaje o grupo de personajes recurrentes, con tramas autoconclusivas en cada libro, permitiendo que los lectores disfruten de cada entrega de forma aislada. Ejemplos ilustres de series de detectives en novelas negras son las aventuras de Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, Harry Bosch de Michael Connelly, Philip Marlowe de Raymond Chandler, Hercule Poirot de Agatha Christie y John Rebus de Ian Rankin. La detective Elena Blanco, protagonista de las novelas de Carmen Mola, es parte de una serie literaria, donde cada libro presenta un nuevo caso, aunque con una continuidad en el desarrollo de los personajes principales. Mientras que las sagas requieren una lectura secuencial para comprender la trama completa, las series permiten una mayor flexibilidad y accesibilidad en la lectura de cada libro. Muchos lectores rehúyen a las sagas, o las toman con reserva, porque involucra mucho tiempo con el autor y su historia, mientras que con las series no hay ese tipo de problemas, cada libro abre y cierra un arco.
No obstante, aunque no es estrictamente necesario haber leído las entregas anteriores de una serie literaria para comprender la nueva historia, siempre es recomendable hacerlo para obtener una visión más completa y matizada del protagonista. En muchas ocasiones, el autor se limita a ofrecer una impresión general o un resumen del personaje principal en cada nueva entrega, enfocándose más en desarrollar la trama o en profundizar en otros personajes. En el caso de las novelas de Carmen Mola, leer La novia gitana y La Red Púrpura resulta particularmente útil para familiarizarse con la inspectora Elena Blanco y comprender mejor sus motivaciones y evolución. Esto permite al lector adentrarse con mayor comodidad y profundidad en la nueva entrega. Además, considero valioso leer mis otras reseñas sobre las obras de Carmen Mola, ya que ofrecen un hilo conductor que puede enriquecer la experiencia de lectura. Pero antes de continuar con esta reseña, he aquí la sinopsis de La Nena:
«Es la noche del fin de año chino, empieza el año del cerdo. Chesca, al mando de la Brigada de Análisis de Casos desde hace un año, ha quedado con Ángel Zárate, pero en el último momento este le da plantón. Aun así, ella sale a divertirse, conoce a un hombre y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, tres hombres rodean su cama, a la espera de unirse al festín. Y un repulsivo olor a cerdo impregna la estancia. Después de un día entero sin dar señales, los compañeros de la Brigada de Análisis de Casos empiezan a buscar a su compañera. Cuentan con una ayuda inestimable: Elena Blanco que, aunque dejó la policía tras la debacle que supuso el caso de la Red Púrpura, no puede dar la espalda a una amiga. Pronto se darán cuenta de que tras la desaparición de Chesca se esconden secretos inconfesables.»
En La novia gitana, Carmen Mola plantea la persecución de un asesino serial psicótico con aires de grandeza. En “La Red Púrpura” damos un salto considerable, pues Elena Blanco y su equipo se enfrentan a la desarticulación de una red de trata de personas mientras intentan recuperar a un hijo perdido, una novela mucho más ambiciosa. Sin embargo, en La Nena no hay saltos significativos en la dimensión del caso; volvemos a una situación similar a la de La novia gitana, pero mucho más sencilla. Esta sencillez no disminuye su efectividad; al contrario, los autores logran impregnar un sentido de urgencia que convierte a esta novela negra en un thriller trepidante. Muchos consideran que La Nena es la mejor entrega de Carmen Mola y su razonamiento tiene fundamento, ya que es probablemente la más adictiva sin recurrir a estereotipos o clichés. Además, la historia alcanza un nivel de realidad que supera a las otras dos, lo cual es notable. En La Red Púrpura era necesario dar un salto de fe para aceptar que una mafia de trata de personas, involucrada en violencia y crueldad extrema, pudiera desarticularse con la muerte de su jefe y lugarteniente. En La Nena ese salto de fe no es necesario; el trasfondo tiene un perfil más bajo, pero es más visceral, cruel y retorcido. Ninguna de las dos entregas anteriores se había atrevido a tanto, y eso es un mérito difícil de ignorar. ¿Carmen Mola se supera? Difícil es negarlo.
En La Nena, una de sus posibles debilidades radica en que Elena Blanco no se percibe como la protagonista. Además, hay elementos que solo adquieren pleno sentido tras leer las entregas anteriores de la serie. Esto podría limitar la experiencia de aquellos lectores que se aventuren a comenzar con la tercera novela, llevándolos a la errónea conclusión de que Elena Blanco carece de desarrollo. La realidad es que su arco de personaje se despliega en las dos primeras novelas, donde incluso llega a retirarse del cuerpo de investigación debido a un trauma insuperable. El desarrollo de Ángel Zárate, por otra parte, el coprotagonista, ha sido siempre dosificado, y es innegable que su arco concluirá en la quinta entrega. La Nena se enfoca en Chesca, un personaje que en las primeras dos entregas parecía un tanto acartonado, pero que aquí se convierte en el leitmotiv. Chesca se adueña del protagonismo, revelándose como un personaje lleno de matices, con una complejidad que abarca desde su pasado hasta su presente.
En el apartado técnico de La Nena, Carmen Mola mantiene la estructura narrativa ya establecida en sus entregas anteriores: una línea cronológica con esporádicos saltos temporales que añaden contexto y profundidad a la trama. Los diálogos, cortos, directos y realistas, no solo avanzan la historia de manera eficaz, sino que también desvelan la dinámica entre los personajes, aportando capas adicionales de significado y tensión a la narrativa. El narrador, en tercera persona omnisciente, ofrece una visión completa de los personajes y sus pensamientos, permitiendo al lector una inmersión total en ese sentido de urgencia que atraviesa transversalmente todo el relato. Los recursos discursivos empleados incluyen una progresión meticulosa de la información, que construye el suspense y mantiene el interés constante del lector. Carmen Mola nunca decepciona en estos aspectos técnicos, y no podría ser de otro modo, son tres escritores experimentados.
¿Qué se puede concluir que no se haya dicho ya? ¿Que La Nena es un libro muy recomendable? ¿Que si has leído los dos primeros libros de la serie de Elena Blanco, este te fascinará? ¿Que si te gusta el thriller y la novela negra, este libro es para ti? No quiero caer en esas repeticiones. Sin duda alguna, la respuesta a estas interrogantes es afirmativa, pero el verdadero valor de leer a Carmen Mola radica en la facilidad con la que uno se pierde entre sus páginas. Aunque al final de la lectura uno pueda sentir que ha recogido poco más que entretenimiento, hay un entre líneas que merece ser explorado. El subtexto, el mensaje subyacente –o al menos el que yo he percibido– es que el camino de la venganza es la ruta equivocada y quien busca sangre, inevitablemente la encuentra. Cuando el pasado toma el control del presente, ya no queda futuro que soñar.
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